La leyenda del Crocificio de Siete Aguas, testimonio del paso de peregrinos a Santiago desde el Reino de Valencia
La lectura y la búsqueda de información contrastada es la base de nuestro Camino. No estamos inventando nada, estamos redescubriendo una ruta que fue muy transitada desde tiempo atrás para ir a Compostela. Y por supuesto que no es medieval, es moderna, pues su auge se produjo en los siglos XV y XVI. En este caso nos referimos a la población de Siete Aguas, la anterior a Requena en el Camino desde Valencia a Santiago.
Requena se anexionó a Valencia en 1851, pero antes pertenecía a la provincia de Cuenca, lo que significaba que la puerta del Reino de Valencia era Siete Aguas. El pueblo vivía abocado al servicio de los viajeros y peregrinos que transitaban por este Camino Real de Valencia a Toledo. Allí hubo un importante hospital ("Spital para pobres enfermos, transeúntes y peregrinos") que subsistió hasta 1830, y que se cita en varias visitas pastorales, enumerando su dote de camas, lencería, tierras, etc.
En Siete Aguas se veneraba una imagen de Cristo que fue quemada en la Guerra Civil. Se consideraba de principios del siglo XV, aunque no había constancia de su autoría. Se le llamó "Crocificio" o "Santo Cristo" hasta que, en 1852, el párroco del pueblo convocó una consulta para darle una advocación, siendo elegida la de los Afligidos. La leyenda popular de su llegada a Siete Aguas nos la ofreció el historiador José María Corbín Carbó en la siguiente cita del libro "Siete Aguas y sus cosas":
"A principios del siglo XV, cuando mayor era el tránsito de peregrinos que hacia Compostela pasaban por nuestra Villa, llegaron a este hospital dos jóvenes, al parecer extranjeros, que a pie se dirigían a visitar el sepulcro de Santiago. Se alojaron en él durante varios días y desaparecieron, dejando en la estancia que ocuparon el magnífico Crocificio.
Mucho jolgorio armó en la población tan feliz acontecimiento y cuando los Justicias con el Cura se preocupaban del destino que habían de dar a aquella imagen aparecida de forma tan extraña, llegaron emisarios del Conde de Urgel, entonces señor de la Baronía, que había tenido noticias del prodigio, para que fuese entregada la imagen y llevada a su residencia del Castillo de Buñol.
Gran indignación produjo en el pueblo la disposición del de Urgel pero, ante el temor del enojo del Señor, se dispusieron a acatarla. Mas antes intentaron disuadirle, para lo cual bajaron a Buñol las autoridades de Siete Aguas a entrevistarse con el Conde. Sigue la tradición contando que Don Jaime de Urgel quiso venir en persona para admirar de cerca tan hermoso prodigio, y que al entrar en el hospital y ver la magnífica imagen, quedó tan prendado de ella que, desatendiendo las razones de sus vasallos, dispuso fuese cargada en una mula de su séquito y transportada al Castillo de Buñol para ser colocada en su capilla.
Entre los sollozos del religioso pueblo se dispuso a partir la comitiva escoltando a la mula que llevaba tan preciada carga. Mas los lamentos se convirtieron en satisfactoria admiración al ver que el cuadrúpedo no daba un paso adelante a pesar de los azotes y arremetidas del mulatero. Al fin arrancó la mula, pero hacia la multitud, y atropelladamente se abrió paso y sin poder ser alcanzada siguió hasta llegar al Arco del Candilejo, donde se detuvo.
De nuevo se quiso llevar al animal hacia Buñol y tenazmente se oponía, no permitiendo ser movido de la puerta misma de la Iglesia, donde se encontraba, hasta que la bendita imagen le fue descargada, y visto tan gran milagro por el Conde, dispuso quedare entre nosotros".
Como toda leyenda, tendrá algo de verdad. Está claro que yo no llevaría un Cristo a cuestas, ya que la mochila ya paga por mis pecados. Pero el que sean dos peregrinos, personajes habituales en aquellas fechas por el pueblo, los que lo trajeran, es lo que le da visos de realidad a la leyenda, ya que aporta una explicación plausible para la aparición de su Cristo.
El libro antes mencionado está plagado de citas de documentos del Archivo Parroquial de Siete Aguas y del Archivo Diocesano de Valencia, algunos desaparecidos en 1936, pero todos contrastables. ¿Peregrinos a Santiago por Siete Aguas? Pues entonces debieron seguir por Requena, Cuenca, Villaconejos, Atienza, etc. "El que tenga oídos, que oiga".
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